El 15% de la población mundial, es decir, más de 1.000 millones de personas, tienen algún tipo de discapacidad y casi el 50% de estas discapacidades están causadas por enfermedades neurológicas, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
La pregunta que nos debemos hacer como sociedad es: ¿los cuidados son un coste o una prioridad social? Es sin duda alguna, una actividad esencial para la vida humana que debería ser valorada y apoyada por la sociedad en su conjunto. Además, es una actividad que históricamente ha sido realizada principalmente por mujeres de forma invisible su falta de reconocimiento y apoyo ha contribuido a la desigualdad de género, pero sin ellas la vida simplemente no sería posible. Por ello como reconocimiento a esa labor el pasado 24 de julio la asamblea general de las Naciones Unidas declaraba el 29 de octubre como el Día Internacional de los Cuidados. La ministra de Igualdad, Dª. Irene Montero afirmaba: “Este es un paso más para que en todo el mundo avancemos en la garantía del derecho a cuidar y a ser cuidado todas las personas necesitamos cuidados para vivir, para cuidar a nuestros hijos e hijas, para cuidar a las personas mayores, ocuparnos de las tareas del hogar, cuidarnos y cuidar a nuestras familias y amistades ante una enfermedad o un accidente. Ninguna economía, ninguna sociedad podría funcionar sin hacer tareas como preparar la comida, lavar la ropa, mantener limpia la casa o cuidar de las personas que lo necesitan. Porque si los cuidados son una tarea fundamental para la vida deben ser garantizados como un derecho, deben ser democratizados y deben ser también asumidos como un pilar central de las políticas públicas y de la inversión pública de cada país”.
Desde la antigüedad se lleva tratando los cuidados, y cada cultura actuaba conforme a sus costumbres, es importante mencionar dos ejemplos que tuvieron lugar durante la época de florecimiento de las primeras civilizaciones: los espartanos de la antigua Grecia, arrojaban desde el Monte Taigeto a las personas con discapacidad, pues no querían que «en su bella y floreciente civilización» existieran personas diferentes y en la Grecia del siglo IV A.C. El filósofo Aristóteles trató de interpretar algunas desviaciones. Existen registros de estudios de las diferencias físicas y mentales realizados por Diógenes, Hipócrates y Galeno quienes estudiaron la epilepsia, la demencia, entre otras formas atípicas.
Pero entre arrojarlos al Tíber, o abandonarlos en el desierto o directamente matarlos e incluso dejarlos en las calles, llegamos al siglo IV donde Constantino crea las primeras instituciones: los Nosocomios una especie de hospital donde se brindaba techo, comida y ayuda espiritual. El tiempo fue pasando, pero no el modelo de institucionalizar al discapacitado. Se puede afirmar que vivían de la caridad. Dar de comer al enfermo se convirtió en el modo de limpiar las conciencias.
Parece increíble que ese modelo perviviera y perviva durante casi 2000 años, la libertad y la discapacidad siempre fueron como el agua y el aceite. Ser discapacitado es seudónimo de: axesuado, infantil, semianalfabeto, apto para el ensañamiento terapéutico, la pobreza, la soledad, y sobre todo para ser maltratado tanto física como emocionalmente, pero si encima eres discapacitada y mujer, debes multiplicar todo lo anterior por cuatro.
Y así llegamos hasta el 13 de diciembre de 2006, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York se aprueba la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que España ratifica en 2008. Por primera vez se habla de derechos y sobre todo del derecho de toda persona a vivir de modo independiente, por primera vez las personas con discapacidad tienen derecho a decidir dónde, cómo y de qué manera quieren vivir, y para ello se aportan partidas económicas en dependencia en España por primera vez se alcanzan los 1.335 millones €.
Y ante semejante botín, no aparecen los antiguos piratas, vestidos como en Piratas del Caribe, aparecen los modernos, vestidos de traje y corbata ellos, traje de chaqueta ellas donde, al mismo tiempo que hablan de desinstitucionalización, construyen más residencias, donde se crean variantes de cuidados tipo SAAD para que en vez de vivir recluido en una institución lo hagan en su casa, y para las políticas que fomentan la vida independiente basadas en la autogestión y la figura del asistente personal que la hace posible apenas se aportan cantidades. Cuando estudios realizados, por ayuntamientos, comunidades autónomas y diferentes universidades afirman que por cada euro invertido en asistencia personal se revierten a la sociedad tres, llegamos a la conclusión que el problema está, no tanto en el dinero que se invierte, sino en quien lo gestiona, y claro para ello tenemos empresas, pantallas unas de otras hasta llegar al IBEX 35.
Ya lo decía D. Antonio Machado «todo necio confunde valor y precio»
Autor: Moisés Colom Fanjul
Deja una respuesta